La evidencia del cambio en la industria bancaria global es más tangible que nunca. Los bancos y compañías de trading han sido las principales víctimas, dañadas aún más por la falta de inversión en la tecnología. Pero ¿hasta qué punto la tecnología está siendo la culpable del repliegue de sucursales de los bancos?

Hay muchos catalizadores que están fomentando la reestructuración de los bancos que estamos viendo a día de hoy, incluyendo el aumento del coste de capital, la disminución de los márgenes de beneficio, los riesgos de litigio, el aumento de la complejidad tecnológica y los costes. El modelo de banca universal puede verse amenazado a consecuencia de estos cambios, pero es demasiado pronto para afirmarlo con rotundidad.

Sin embargo, en este momento, la futura viabilidad y rentabilidad de los bancos estará determinado por las elecciones que hagan en torno a las innovaciones y la inversión en tecnología.

Los bancos tienen que seguir adaptando sus modelos de negocio para hacer frente a los riesgos de litigio, regulación, el aumento de la complejidad y los costes de la tecnología. Aquí es donde encajaría a la perfección el término «destrucción creativa» de Schumpeter – acuñado en la década de 1940- para referirse a la destrucción de lo viejo por la creación de lo nuevo- que sin duda es algo que suena a verdad para los bancos de hoy en día.

Si nos remontamos a los años 90, el sector bancario empezó a asustarse ante la revolución de las «puntocom» así como de la inminente creación en Europa de un mercado único que empezaba a consolidarse y ponía en duda la viabilidad de las sucursales de los bancos en cada país de la Unión. Como hemos podido comprobar 20 años después, no sucedió nada. Además, el primer camino abierto por la innovación digital, el de los brokers online, que permiten operar de forma autónoma e independiente, tampoco le ha quitado miles de clientes a los bancos y dudo que lo haga.

Sin embargo, lo que sí está pasando es que el beneficio de las sucursales locales y la enorme competencia entre ellas no se ha puesto bajo presión de demanda. Aquí entran en juego dos factores claves: el comportamiento de los millennials y la democratización de la tecnología, que permite su acceso a personas mayores o que no han crecido en la era digital.

Los millennials, la generación entre los 15 y 31 años y más preparada académica y tecnológicamente, no tenían en su mayoría ahorros hace 15 años y no eran clientes de un banco. Y en caso de serlo, lo más probable es que tuvieran una cuenta bancaria abierta por sus padres en alguna sucursal, lo que se conoce como un falso cliente, puesto que apenas pisaban la oficina del banco.

Salvando la dificultad laboral que ha dejado la crisis, los millennials están en edad de encontrar trabajo y ahorrar y necesitan depositar su salario en algún sitio, sin embargo, ante la influencia digital con la que han crecido, lo hacen en mayor porcentaje en bancos digitales como ING u Open Bank, entre muchos otros ejemplos. Aquí encontramos una de las razones de peso que están influyendo en los beneficios o supervivencia de tantas sucursales bancarias.

Las generaciones adultas, por su parte, tampoco se quedan atrás en su «responsabilidad», pues empiezan a ser parte de los adelantos tecnológicos. No es extraño ver a padres o abuelos que nunca usaron un PC, tener un Smartphone a través del cual, y seguramente tal como le han enseñado en su propia sucursal, pueden conocer su estado de cuenta, ver recibos o a pagar desde el móvil. La facilidad y simplicidad de procesos que proporciona la tecnología gracias a las mejoras del user experience están cambiando los hábitos de comportamiento y las necesidades de los clientes, de cualquier edad y condición.

Por tanto, tanto los millennials como las personas que ahora tiene 40-60 años se están convirtiendo a la era digital ante la facilidad que ofrece la tecnología a cualquier edad.

El cierre de oficinas y el consecuente anuncio de nuevos ERE es constante, no sólo en España, también en otros países europeos. En algún punto, estos bancos están siendo sometidos a la presión de los reguladores en lo que respecta a la eficiencia de capital, y tienen que ofrecer soluciones más baratas y eficientes. En algunas ciudades, en menos de 100 metros tenemos 8 bancos, codo a codo, algo que dista de ser «sano».

Las consecuencias de que los 3 o 4 principales bancos españoles, en este caso, cierren cientos de oficinas y despidan a miles de trabajadores siempre será un drama desde el punto de vista social, se mire por donde se mire. Sin embargo, no creemos que impacte en la salud financiera del país. A pesar de que el sector bancario tiene un gran peso en España, esta reestructuración bancaria no supondrá un impacto fuerte para el país, como sí lo ha podido hacer el mercado inmobiliario. Estamos muy lejos de poder pensar en una situación como la que sucedió en Detroit, Estados Unidos, que pasó a ser una ciudad fantasma tras la quiebra del sector automovilístico.

Matteo Cassina, Global Head of Institutional Business de Saxo Bank